Luis debería ofrecerle el acuerdo del TÚ o YO a Leonel Fernández, o el PLD un acuerdo de coexistencia pacífica al leonelismo para, con cláusulas serias de respeto y apoyo mutuo, permitir se unan las candidaturas uninominales.

El pasado domingo en Costa Rica se confirmó lo que hemos venido escribiendo: el terremoto de la COVID-19 está haciendo estragos en los gobiernos de toda América. A los que no quieren creer lo que les digo, les invito a leer el artículo del presidente de la Cumbre Mundial de Comunicación Política y de la Asociación Latinoamericana de Consultores Políticos (ALACOP ), el afamado consultor Daniel Ivoskus titulado: “Los gobiernos con neumonía bilateral por un virus que arrasó con los oficialismos”. Afirma que de 8 elecciones realizadas, “incluida ahora la de Costa Rica”, desde el comienzo de la pandemia todas las han perdidos los candidatos oficialistas; quedan dos citas electorales este año en América Latina, que serán en Colombia y en Brasil, y las encuestas demuestran que llegará la ola expansiva de la oposición.

Hay que ser muy insensato o estar muy mareado en las alturas del poder para no darse cuenta que también aquí tendremos esa tendencia; vendrá y obligará a una segunda vuelta electoral, porque de los actores que irían seguro al proceso ninguno obtendría el 50% más 1 de los votos para coronar en la primera vuelta. Muy por el contrario, la propensión o tendencia es a que se fracture mucho más el electorado con nuevas opciones que se decidan a presentarse, entusiasmadas, porque saben que nadie ganaría en la primera vuelta, y algunos para pactar en la segunda se animen a buscar una cuota de votos importantes a los fines de negociar con el que tenga más posibilidades de ganar las elecciones en la misma, y con ello garantizar su entrada al gobierno a partir de agosto del 2024.

Los del Gobierno del Cambio deben estar consciente de esa realidad, porque si no la advierten a tiempo se encaminan no solo a perder el poder, que eso sería al final lo de menos por los resultados electorales catastróficos que estamos viendo para los oficialismo, sino que vuelvan a la mansión de Gazcue sus enconados archienemigos del PLD, con quienes tienen los PRM una deudita que de seguro querrán cobrar.

Siempre me argumentan los funcionarios del Cambio que Luis es un fenómeno de popularidad y que los números de hoy no indican peligro alguno. Es ese exceso de confianza lo que puede hacer que su pesadilla se haga realidad y, por negarse a reconocer lo que de seguro les vendrá, no construyan alianzas estratégicas y terminen vapuleados por el PLD, a efecto de que, como principal partido de oposición, clasifique para la segunda vuelta, cosa que no reflejan las encuestas hoy, pero que bajo ninguna circunstancia se puede descartar.

Leonel goza de un buen respaldo como candidato presidencial y está en el carril de adentro con ventajas innegables, pero el PLD es una franquicia exitosa electoralmnete y cuenta también con miembros y aliados empresariales con cuantiosos recursos económicos que solo un irreflexivo se atrevería a negar.

No habrá forma alguna por bien que lo haga el itinerante y diligente presidente Abinader de que este gane en primera vuelta, salvo uno de esos históricos imponderables que pueda hacer cambiar radicalmente la ecuación, pero si no hay graves anormalidades lo que si al parecer será seguro es que habrá una segunda vuelta electoral.

El Gobierno del Cambio tendrá sus mayores problemas en el nivel presidencial, porque para ganar es con mayoría absoluta de votos, no así en los otros niveles donde le pudiese ir mejor. Si la oposición va dividida a las elecciones, postularán candidatos diferentes en el nivel municipal y congresual y lo único que lograrían con ello será fragmentar el voto opositor y el oficialismo, con mayoría simple. le ganaría por tener más votos que los candidatos en solitario de la separada oposición.

El gobierno tiene un voto duro, porque nace de la nómina pública, de los programas sociales y de la engrasada estructura partidaria, que oscilará por votaciones anteriores comprobadas en eso niveles de elección, salvo excepciones, con un mínimo de un 33% hasta un 38% de votos. Algunos se preguntarán por qué entonces eso no pasó en las elecciones del 2020 y el danilismo gobernante perdió en todos los niveles de elección. Por dos simples razones: 1-se le dividió la votación con las candidaturas del leonelismo y; 2- por el acuerdo de Juntos Podemos, la plataforma de concertación que unificó las candidaturas a senadores, alcaldes y directores de Distritos Municipales de toda la oposición, y por eso el tsunami de los votos fue aún mucho mayor en porcentaje que lo obtenido por Luis Abinader como candidato presidencial.

Estamos a comienzo del año 2022 y el aumento del costo de la vida es imparable, lo que hace suponer que para el 2024 esto estará mucho peor. El voto estomacal de los que verán sus domésticas economías afectadas se convertirá en el principal opositor al Gobierno del Cambio y le restará a la candidatura de la reelección de Luis Abinader una franja importante del electorado que le votó a favor en el 2020, pero que para el 2024 le votarán en contra.

Los funcionarios perremeístas, optimistas a grado extremo, no están tomando en cuenta los fenómenos sociales y económicos; creen que pueden sobrepasar la crisis solo con daños colaterales menores. Siento decirles que no será así; que si se descuidan también en el nivel legislativo y municipal que están supuesto a ganarlas la podrían perder, porque la gente que no es tonta y, sobre todo los candidatos opositores que pudiesen hacer acuerdos locales por encima de sus cúpulas partidarias, reciprocándose apoyos, y también darles una sorpresa a los candidatos oficialistas.

Todos los actores deben tener en cuenta que la decisión será de segunda vuelta y en función de esa realidad establecer sus particulares estrategias. Luis debería ofrecerle el acuerdo del TÚ o YO a Leonel Fernández, o el PLD un acuerdo de coexistencia pacífica al leonelismo para, con cláusulas serias de respeto y apoyo mutuo, permitir se unan las candidaturas uninominales principalmente en los niveles congresuales y municipales, con la finalidad de no afectar sus propias dirigencias, y solo dejar sus diferencias en el nivel presidencial, para que el que clasifique en la primera vuelta sea apoyado por el otro, claro está, con condiciones predeterminadas.

En este juego de estrategias no hay espacio para el sectarismo, los odios y el enanismo mental. Los que así actúen se quedaran solos y, producto de tal estupidez, perderán. Los que más temprano comiencen a identificar quiénes debieran ser sus aliados les irá electoralmente mejor y tendrían más posibilidades de ganar. Al final las campañas electorales son pura aritmética: “sumar apoyos, restar intransigencias, multiplicar esfuerzos, y tratar de dividir al contrario”.